Sin duda alguna Mario ha conseguido un resultado muy por debajo de lo que esperábamos de él, este hecho ha provocado que muchos nos encontremos desilusionados y enfadados por esta actuación, sin embargo nos olvidamos de la persona a la que más le ha fastidiado este hecho, del propio Mario Pestano, y así con un montón de compañeros más. Sin duda él, su entrenador y su entorno más cercano, estarán en este momento analizando el qué, el porqué ha pasado esto, y sobre todo como solucionarlo. Esta situación se repite con muchos compañeros.
Mientras tanto, los que estamos en España a miles de kilómetros, nos envalentonamos desde la distancia (aquí empieza la autocrítica que deberíamos hacer TODOS), primero elevamos a los altares a los nuestros, les despedimos antes de partir como si fuesen héroes, infravaloramos a los rivales y hacemos pronósticos poco realistas que favorecen siempre a los nuestros, mandando mensajes de ánimo que más que mensajes son recordatorios de “tenéis que ganar porque confiamos en vosotros”. Nuestros deportistas llegan a la villa con euforia como si ya fuesen campeones, y cuando se acerca la cita esa euforia desaparece y se va trasformando en presión, presión del entorno, presión de la prensa, los jerifaltes que se ponen nerviosos porque no se cumplen las previsiones. Algunos deportistas empiezan a fallar y entonces las buenas caras de la prensa se tornan en malas y casi amenazadoras para los que aún quedan por competir ¿bueno, tu si que ganarás medalla y no como fulanito, no? Y es entonces cuando nuestros atletas empiezan a perder esa seguridad, y empiezan a tener miedo, miedo a la competición que es su “forma de vida” miedo a defraudar a un país, y ese miedo no ayuda, al contrario resta medallas, puestos de finalista, y lo más importante atletas que compiten con la alegría de hacer aquello que les gusta (es en este estado cuando se suele conseguir el mejor rendimiento).
Hoy he visto al gran Mario Pestano, justo cinco minutos después de sufrir el revés más duro de su carrera deportiva, conteniendo su emoción mientras trataba de responder a las preguntas de uno de los peores periodistas que jamás viajó por la cara a China. En un momento así, Mario tenía que pensarse cada una de sus respuestas ante el tono inquisidor de su entrevistador, como si no tuviese poco con el mazazo que se acababa de llevar. Entre las respuestas, se ha adivinado que Mario estaba saturado de llevar diez días en Pekín, mi pregunta es ¿Cómo alguien, como Pestano, que ama el deporte y se dedica a él desde que tiene uso de razón, cómo alguien así puede sentirse saturado de estar 10 días en la villa olímpica rodeado de la flor y nata del deporte de nuestro planeta? La única razón que se me ocurre es que este chico se ha sentido agobiado y presionado por la prensa desde que pisó Pekín, de esa prensa española que sólo se acuerda de nuestro deporte una vez al año, algunos sólo cada cuatro años, y encima cuando lo hacen tienen la desfachatez de exigir medallas, records, algo con lo que llenar páginas (o éxitos, o fracasos, al fin y al cabo ocupan lo mismo) algo con lo que disimular una dudosa calidad profesional, que eso si, nadie puede juzgar, pues son ellos los dueños y señores de la vara de medir.
Como aficionado y no como atleta, me gustaría entonar el mea culpa, somos culpables de, cegados por la pasión, presionar a nuestro equipo cuando lo único que queremos es lo mejor para ellos. A todo el equipo español, sólo me queda daros las gracias por hacernos vibrar con vuestras victorias, y también sufrir con vuestras derrotas, porque igual que celebramos las medallas como propias, vuestras derrotas serán nuestras también.